Margaret Keane, nacida como Margaret Doris Hawkins (1927 – 2020) fue una pintora estadounidense. En sus trabajos usó diferentes seudónimos, pero su exitosa carrera, sobre todo en los años sesenta del pasado siglo, se debió a sus pinturas firmadas como Keane. Sus obras se caracterizaron por figuras con enormes ojos, en especial, niños, mujeres y animales.
Margaret
tuvo un primer matrimonio del que nació una de sus hijas. Volvió a casarse con
un agente inmobiliario y vendedor de lo que fuera llamado Walter Keane,
aficionado a la pintura. Walter se dedicó a vender las obras de Margaret, que
firmaba Keane. Así, con el tiempo, la gente creyó que el autor era Walter.
Pasó algún
tiempo para que Margaret reaccionara y se diera cuenta de que su caradura
marido se adjudicaba la autoría. Él la amenazó con matarla si revelaba que ella
pintaba las obras. Margaret se divorció y, para probar que su marido no era el
autor, lo desafió a pintar en público. Walter hizo lo único que podía hacer: no
se presentó.
Años
después, ya en la década de los ochenta, Walter seguía diciendo que él era el
autor. Margaret, que se había convertido en una integrante de los Testigos de
Jehová, le inició un juicio. El abogado defensor de Margaret pidió que ella y
Walter pintaran un cuadro en el tribunal. Margaret lo hizo en cincuenta
minutos. Walter no pudo porque, según dijo, tenía un hombro dislocado. El
jurado falló a favor de Margaret y obligó a Walter a pagarle cuatro millones de
dólares por derechos de autor cobrados en forma indebida.
La obra de Keane fue encuadrada por la crítica dentro del arte kitsch, que es lo mismo que decir cursi, trillado, menor. Con el tiempo, le quitaron la clasificación y se lo considera solo arte popular. Es notorio que las pinturas de Keane están realizadas en un tono popular buscando ser vendidas, sin que haya mensaje alguno. Así, recurre a lo que siempre produce emoción: niños y niñas, algunos descalzos y otros con perritos o animalitos que despiertan simpatía. Hizo muchos retratos a pedido de actores y actrices.
La película Ojos grandes, de Tim Burton cuenta aspectos de la relación de
Walter y Margaret.