Tamara de Lempicka, nacida como María Gorsca (1898-1980), polaca. El estilo de Lempicka es tan personal que la hace inconfundible. Con influencias del arte decorativo moderno, emplea la mínima cantidad posible de colores consiguiendo un aplanamiento de las figuras, aristadas, voluptuosas, y con lejanas influencias cubistas. En su obra hay elegancia, vistosidad, un aire de misterio. Sobre todo, sofisticación, que se corresponde con su vida personal. Este sello sofisticado en todas las figuras que pinta es un toque que la distingue. Esas figuras, artificiosas y sugerentes, con la fina sensualidad que las recorre, tienen un particular magnetismo. La propia bisexualidad de la artista, su vida glamorosa, su belleza y elegancia, los ambientes frívolos que transita se reproducen en los hombres y mujeres que pintó. Sin embargo, atravesó una etapa depresiva en los años treinta lo que la llevó a pintar personajes miserables (Los refugiados) y religiosos (La virgen azul). Sin dudas, es una de las artistas más destacadas del siglo 20 y una de las que posee más definida personalidad.
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